Detalles de la obra:
Portada:Rosa Tavárez
Publicación: 2013,Editora Nacional, Comisionado de Cultura
Un cuarto lleno de anguilas (Premio de Novela Letras de Ultramar, 2012) cuenta con 124 páginas. Ha publicado también Beatriz (Premio de Novela Federico García Godoy, 2010) No volverás la mirada, cuentos, 2011. Los Muertos no sueñan (Premio Letras de Ultramar, Novela, 2010) Viajeros del Rocío: 25 narradores dominicanos, antología, 2007. El Décimo día, Novela, 2005. La Palabra y otro ensayo (Segundo lugar Premio de Ensayo Pedro Bisonó, 2010)
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Apreciación de la obra:
Un Cuarto lleno de anguilas cabe en el género de novela corta. Está escrita en primera persona, y esa primera persona es un joven que por razones familiares se ve forzado a irse a vivir con un tío a New York. Me pareció curioso e interesante el hecho de que el autor prefirió narrar en tiempo presente. Funciona a plenitud. La historia transcurre con agilidad, y uno se adentra en la vida y las tonalidades de la misma del personaje, cuyo nombre es Guillermo. Hay secretos en la vida de Guillermo. Secretos que tienen que ver con la desaparición de su padre, con el tío a quien le obsesiona un rompecabezas que jamás termina, con Amanda, la muchacha que en ocasiones le limpia la casa al tío, con Mike, el amigo bizco, rico, y vive bien de la universidad, y con Alan, el anciano raro que vive en el sótano y que tiene un cuarto con anguilas.
La historia se desarrolla en tiempos modernos, toca temas políticos de cierta contemporaneidad,como la guerra de Iraq y el presidente Bush, además de asuntos sociales, aunque todo de una manera táctica y leve, como los efectos de la inmigración, las clases sociales, el sistema educativo, las hermandades en las universidades, y la involucración social de parte de los adolescentes, entre otros.
Rubén logra que la novela fluya sin percances, sin tropiezos. Pone de manifiesto no solo su natural talento narrativo,sino también los años de experiencia en el oficio. Nada de lo escrito aquí es supérfluo, nada es ornamentación. Las palabras se siguen las unas a las otras con precisión disciplinada, como si existiera algo llamado un 'cuentapalabras', que el autor ha sabido utilizar expertamente.
El uso del lenguaje es apropiado para el contexto. Rubén da ideas claras de que es, ante todo, un lector. Guillermo es un lector, y no pongo en dudas que Guillermo sea, de algún modo, el autor mismo, o una parte de él. La inclusión de terminología en inglés da un toque real a los acontecimientos que se dan en la gran urbe americana. El tipo de lenguaje utilizado para las mismas, aunque breve, nos muestra con fidelidad -quizás con alguna censura para no alarmar o pecar de soez- el habla del "muchacho" que se cría por estos predios. Pero aunque es una historia de adolescentes, Rubén es capaz de mostrarlos como lo que son: seres humanos a los que, aunque los adultos no lo queramos ver, o ellos no nos lo quieran mostrar, les afectan un millón de cosas: sociales, sentimentales, y familiares.
Los conflictos que se desarrollan en Un cuarto lleno de anguilas tienen una característica especial: no son conflictos de extremo, sino más bien conflictos universales. Son problemas de personalidad, de malos entendidos, de defectos del carácter, de psicosis, de nosotros la gente...es tal vez esa sensación de estar leyendo la vida de cualquiera de nosotros, de nuestros hijos, lo que hace que llegue y que cale en el lector la novela; y luego está lo otro, como ya he dicho, la sucesión de pequeños misterios, la efectiva recurrencia de menciones que son pistas, y, finalmente, ese cuarto extraño y vedado por el anciano extraño y casi vedado que es Alan, ese cuarto misterioso que se cree que está lleno de anguilas.
Puntos de intriga:
Disfruté grandemente de la lectura de Un cuarto lleno de anguilas, aunque una parte de mí se quedó esperando más. No más en cuanto a calidad, sino más en cuanto a historia. Personalmente, creo que el autor tenía material para contarnos más acerca de los personajes y sus conflictos.
Edgar Smith
"...hemos ido al sótano unas cinco veces, pero Alan no se digna a abrirnos la puerta. Me parece ilógico que mi tío Raúl siga empeñado en que yo conozca a ese hombre. A mí me da igual. [...] sale a regar las plantas y yo estoy allí, asomado al alféizar para verlo aunque sea de lejos. Parece una imagen repetida: los mismos movimientos, las mismas plantas, la misma regadera. Hoy, sin embargo, hay una variante. Tras terminar de regar las plantas, Alan suele bajar la cabeza y dirigirse de vuelta a su guarida. Sé que lo hace a drede,para ignorarme. Pero esta vez levanta el rostro y nuestros ojos tropiezan..."
-Fragmento del capítulo 4.